Boris dejó su país para recibir un trasplante en España. Su enfermedad no le daba tregua y la única opción era intentarlo lejos de casa, pero el cambio fue duro: nuevos médicos, una rutina hospitalaria intensa y la tristeza de haber dejado atrás su vida, sus amigos y todo lo que conocía.
Su estado de ánimo se resintió, pero había algo que siempre le devolvía la chispa: su pasión por el Real Madrid. Boris soñaba con conocer a sus ídolos… y ese deseo, por fin, se hizo realidad.
Con la ayuda de Fundación Real Madrid, llevamos a Boris a Valdebebas, saludó a los jugadores, recibió un balón firmado y hasta abrazó a su querido Modrić. Fue un momento único, un chute de fuerza que le recordó que también hay espacio para la alegría, incluso en medio de la lucha.
Ese día, Boris no se sintió solo un paciente, sino un verdadero campeón.
Muchas gracias a la Fundación Susana Monsma y a la Fundación Real Madrid, por ayudarnos a hacerlo posible.