José Marcos tenía 18 años y una mirada que, pese al cansancio, seguía soñando. Desde hacía tiempo luchaba lejos de casa, lejos de su hermano, ese compañero de vida con quien compartía mucho más que la sangre.
Su mayor sueño siempre fue tener un perro. Lo tenía claro: se llamaría Zafiro, como la canción que su hermano escuchaba cada vez que subía al ring. Una canción que hablaba de fuerza, amor y esperanza.
En la Fundación quisimos que ese deseo fuera más que especial. Planeamos junto a su hermano una sorpresa inolvidable: que él mismo le entregara el cachorro en Madrid. Y así fue. Zafiro llegó a sus brazos… y el brillo volvió a sus ojos.
Zafiro no solo fue un cachorro. Fue un símbolo, un abrazo, un recordatorio de que los lazos que importan nunca se rompen.
Hoy José Marcos ya no está, pero su historia nos acompaña. Su deseo nos enseñó que, a veces, los regalos más bonitos no se ven, se sienten en el alma.
Gracias a Deutsche Bank, Villacarsanjorgesanchez y Anniemalcan y Silvia Bamba por ayudarnos a hacerlo posible.